Alemania se encara al nuevo año con una pregunta sobrevolando el país: ¿podrán los partidos tradicionales poner freno al auge de los populistas de derecha en las próximas elecciones generales o la crisis de los refugiados que ha puesto en jaque a la canciller Angela Merkel acabará siendo un jaque mate?
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La mandataria alemana ya lo adelantó recientemente al anunciar su cuarta candidatura a la Cancillería. Serán las elecciones “más difíciles” que haya vivido el país desde la reunificación en 1990, dada la gran polarización que reina en la sociedad alemana.
Su decisión de volver a presentarse en las elecciones, seguramente a mediados de septiembre, no fue una decisión fácil, sino que como ella misma reconoció la tomó después de reflexionar “infinitamente” al respecto tras más de 11 años al frente del país.
“El año electoral 2017 será al mismo tiempo un año en el que se decidirá cómo de grande es la tolerancia de los alemanes con la política de refugiados de Merkel”, escribió la revista germana “Der Spiegel”.
De momento, una parte de los ciudadanos decidió ya dar la espalda a los partidos tradicionales impulsados por la desconfianza por los refugiados, pero también contra el Estado, en las regionales de este año en las que se materializó el apoyo con el que cuenta el partido populista de derecha Alternativa para Alemania (AfD), que ya tiene presencia en diez de los 16 parlamentos regionales del país.
Pero por si la situación de partida para el año electoral que se acercaba no fuera lo suficientemente complicada, el hecho de que un tunecino que llegó al país como solicitante de asilo perpetrara un atentado contra un popular mercado de Navidad de Berlín el 19 de diciembre, que le costó la vida a 12 personas, no hizo sino convertir en realidad uno de los principales temores de Merkel desde que en 2015 Alemania acogiera a casi 900.000 refugiados.
“El año de las elecciones generales es completamente incalculable”, reconocía estos días el diario “Die Welt”. “Cada atentado terrorista y cada agresión de un refugiado enfrentará de nuevo a la Unión -formada por la Unión Cristianodemócrata (CDU) de Merkel y la Unión Cristianosocial (CSU)- en la antigua disputa”, apuntó sobre la crisis de refugiados que divide a los conservadores.
El líder de la CSU, Horst Seehofer, apenas tardó un día desde el atentado para reavivar sus reclamaciones de “reflexionar” sobre la política de refugiados. Volvió a poner sobre la mesa el tope máximo anual a la entrada de los solicitantes de asilo, la creación de zonas de tránsito en las fronteras y la necesidad de expulsar del país lo antes posible a todos aquellos refugiados cuyas solicitudes hayan sido rechazadas.
Mientras, AfD no desaprovechó su oportunidad y acusó directamente a la canciller del atentado. “¡Son los muertos de Merkel!”, escribió el presidente de AfD en Renania del Norte-Westfalia, el europarlamentario Marcus Pretzell, en la red social Twitter, una hora después de que el camión embistiera el mercado.
Al día siguiente la líder de AfD, Frauke Petry, advirtió a los alemanes que el país ya no es seguro. “Sería el deber de la canciller informarlos, pero como ella no lo hace lo hago yo”, declaró la líder de una agrupación que se alza como la tercera fuerza política del país según los últimos sondeos, con más de un 15 por ciento de apoyo, por detrás de la Unión (en torno al 30 por ciento) y del Partido Socialdemócrata (SPD) (sobre el 20 por ciento).
Sin embargo, para el SPD, socio de Merkel en el Gobierno de coalición, es importante evitar mezclar el debate sobre la política de refugiados con el de la seguridad y alertan de no “instrumentalizar” a las víctimas del terrorismo.
El SPD, que sueña con volver a los años dorados en los que contaba con un gran apoyo del electorado, aún no ha nombrado un candidato a la Cancillería, aunque todo apunta a que será el vicecanciller, Sigmar Gabriel, después de que el popular ministro de Exteriores, Frank-Walter Steinmeier, se haya convertido en el candidato de consenso para las elecciones a la presidencia alemana el próximo 12 de febrero.
Estas elecciones serán las primeras de 2017, a las que le seguirán las del pequeño estado federado del Sarre, en el oeste del país, el 26 de marzo, donde la CDU espera seguir gobernando con el apoyo del SPD.
Menos de dos meses después, el 7 de mayo, el norteño estado federado de Schleswig-Holstein llamará a sus ciudadanos a las urnas, donde el SPD espera obtener un buen resultado y mantenerse al frente de la región con Los Verdes.
Pero todas las miradas estarán puestas en las regionales de una semana después en Renania del Norte-Westfalia, con casi 18 millones de ciudadanos y gobernado por los socialdemócratas con apoyo de los Verdes. Esta cita electoral es vista como la prueba general de cara a las generales cuatro meses después.
Todo es posible en el año electoral en Alemania, marcado también por el temor de posibles injerencias externas por parte de países como Rusia y de las conocidas como “fake news” (noticias falsas) durante la campaña electoral, contra las que los partidos tradicionales piden luchar unidos.
El voto de los británicos a favor de salir de la Unión Europea y la victoria de Donald Trump en Estados Unidos han dejado claro el poder del electorado. “El pueblo se ha dado cuenta de su poder para cuestionar en serio la situación”, indicó “Der Spiegel”, que alertó de la responsabilidad que esto conlleva. “Quien vote debe reflexionar sobre las consecuencias de su elección. Y también quien no vote”.
Berlín, 29 dic (dpa)
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Source: Destino Alemania